LUVIA LAZO
¿Puedes decirnos en breves palabras quién es Luvia?
L.L: Mujer curiosa, constantemente preguntando muchas cosas a la vez, de las que hace fotos, escribe y que, usualmente, los fines de semana va a vender al mercado con su mami.
En tu serie KANITLOW, los rostros ocultos invitan a una interpretación más allá de la identidad individual. ¿Cómo influye esta elección en la narrativa visual que construyes sobre la memoria y la pérdida?
L.L: Tiene que ver con el lenguaje. La palabra por sí misma marca el eje de lo que exploro. Es una palabra que escuché de mi abuelo; él me la dijo a mí, como yo la digo en otros lugares, casi con el mismo significado. Él perdía mi rostro, yo perdí el suyo, y entonces el trabajo se volvió un registro de rostros que se pierden. Como parte de ese todo, está esa ausencia en las fotografías. Con la “ausencia del rostro” también hay otra lectura, un poco más general, universal. No quiero restar identidad, pero sí me gusta, con ese gesto, también cubrir y proteger a quienes retrato.
“ Ya no es el mismo México de los Álvarez Bravo o de Graciela. Muchas cosas se han transformado, desde adentro incluso: los rituales de mi pueblo, las costumbres, nosotros mismos. Me interesa justo poner en fotos que quienes pertenecemos a estos territorios “indígenas-originarios” también nos transformamos”
Has mencionado que tu trabajo busca documentar la resistencia cultural frente a la modernidad. ¿Cómo equilibras la representación de las tradiciones con las transformaciones contemporáneas en tu comunidad?
L.L: No, mi trabajo no busca documentar la resistencia cultural. Más bien, busca documentar el proceso de la transformación-resistencia de la identidad. Me interesa estudiar, tratar de entender, preguntarme y hacer fotos de este momento que me toca vivir. Ya no es el mismo México de los Álvarez Bravo o de Graciela. Muchas cosas se han transformado, desde adentro incluso: los rituales de mi pueblo, las costumbres, nosotros mismos. Me interesa justo poner en fotos que quienes pertenecemos a estos territorios “indígenas-originarios” también nos transformamos. ¿Hay resistencia? Probablemente mucha. ¿Hay adaptación o reapropiación? Por supuesto. Eso me interesa: generar una conversación más allá de dar una respuesta única. Soy solamente testigo de un momento.
Tu proceso fotográfico parece estar profundamente conectado con tus emociones y experiencias personales. ¿Cómo manejas la intersección entre lo personal y lo colectivo en tu obra?
L.L: Siempre. Me atrevo a hablar por muchos creativos: nuestro motor para hacer o dedicarnos a lo que hacemos viene de muy adentro. No sé si todxs lo hagamos consciente, pero en mi caso está presente a cada momento. Es una ventaja-desventaja porque muchas veces yo sí necesito que me mueva algo de la entraña, necesito conectar con los temas que trabajo. Las ideas vienen de secretos, anécdotas, recuerdos, casi todo relacionado a mi familia. Me da mucha curiosidad entendernos y entenderme con ellos, cómo entre nosotros nos relacionamos social y biológicamente. Cuando conecto todo a otras cosas, me doy cuenta de que lo humano es tan universal: hemos hecho y repetido las cosas tantas veces, nos repetimos en otros, otras, otrxs, nos encontramos en distintos lugares. No creo que exista algo individual totalmente; el mero hecho de existir ya involucra a dos personas más en nuestras vidas.
“No, mi trabajo no busca documentar la resistencia cultural. Más bien, busca documentar el proceso de la transformación-resistencia de la identidad”
En tus retratos, los objetos y textiles tienen un papel destacado. ¿Qué significado tienen estos elementos en la construcción de la identidad y la memoria en tus imágenes?
L.L: Los objetos y textiles están muy presentes en donde vivo. Mi trabajo está teñido de estos elementos porque son parte de nuestra vida cotidiana. Hay destellos por aquí y por allá: señoras usando piezas tejidas mezcladas con telas importadas; mi mamá usando su mandil con telas de seda china impresas de muchas flores; canastos llenos de contenedores de plástico; cosas de madera y cosas de metal; flores nativas y especies introducidas; rituales católicos y otros, aún fantasmas de lo que eran rituales prehispánicos. Una mezcla. Retrato este momento más por el acto de dejar un rastro que de emitir un juicio.
Durante tu reciente visita a Nueva York, mencionaste que estás comenzando un nuevo proyecto fotográfico centrado en unas gemelas migrantes originarias de Oaxaca que ahora residen en Nueva Jersey. ¿Podrías compartir cómo surgió la idea de documentar sus vidas y qué aspectos de su experiencia migratoria te motivaron a contar su historia?
L.L: La idea nunca fue retratarlas por su situación migratoria. Nosotras conectamos porque nuestros padres se dedicaban a lo mismo: carniceros. Quería entender cómo otras mujeres se relacionan con este oficio. Es un oficio duro, difícil, incluso de escribirlo ahora: implica animales, muerte, sangre, moscas, suciedad. Y ellas me parecían siempre tan llenas de ternura, curiosas por el mundo. Así empezó: como una búsqueda de mí en ellas. La vida que pasa las llevó a tomar otras decisiones, y yo las seguí hasta Nueva York. Me tomó dos años volver a verlas, y también un momento bastante complejo. Cuando ya sabía que quería seguirlas, estábamos en otro momento político.
“La polaroid me permitió estar ahí. Ahora que veo las fotos en Oaxaca, no hay más que esas fotos, que ese recuerdo. Me gustaba jugar con las dobles exposiciones: ellas son gemelas, me gustaba que fueran cuatro, luego solo una de ellas que fuera las dos, luego las dos… como un truco de magia para mí y para quien las viera”
¿Nos podrías comentar sobre “ña’a to’o lili”? ¿Qué significado tiene y cómo nace este nombre para el proyecto?
L.L: Significa “foránea, mestiza”. Cuando yo llegué a la comunidad de mis amigas, yo era una “ña’a to’o lili”. Todos me conocen así allá. Por más que intentaba explicar que no era mestiza, porque soy zapoteca, no podía quitarme la otra capa de foránea, porque eso sí era. Cuando ellas llegan a Nueva York, ese rol de pertenencia cambió, porque entonces ellas también en ese momento ya eran unas “ña’a to’o lilis”. Las tres lo éramos en este país, y desde ahí las retrato: desde esos ojos de igualdad, de dos personas que están soñando, dos mujeres que están soñando en un lugar distinto al que pertenecen.
“Significa “foránea, mestiza”. Cuando yo llegué a la comunidad de mis amigas, yo era una “ña’a to’o lili”. Todos me conocen así allá. Por más que intentaba explicar que no era mestiza, porque soy zapoteca, no podía quitarme la otra capa de foránea”
Para este proyecto, estás utilizando la fotografía instantánea como un nuevo enfoque en tu proceso creativo. ¿Qué te atrajo hacia este medio y cómo crees que influye en la narrativa visual de la historia que estás contando?
L.L: Decidí el formato un poco a mitad del proceso. Estaba un poco nerviosa de los datos digitales y, también, quería estar muy presente. El digital da mucha posibilidad de hacer muchas imágenes, muchas oportunidades. Yo solo quería una: la que se presentara. La polaroid me permitió estar ahí. Ahora que veo las fotos en Oaxaca, no hay más que esas fotos, que ese recuerdo. Me gustaba jugar con las dobles exposiciones: ellas son gemelas, me gustaba que fueran cuatro, luego solo una de ellas que fuera las dos, luego las dos… como un truco de magia para mí y para quien las viera. No hay metadatos, más que en mi mente los recuerdos de nuestras caminatas y ese momento. No hay archivos que editar, no hay control, y a mí me cuesta mucho soltar el control de las imágenes. Vengo de una serie de fotos que tiene hasta aires editoriales: fondos muy controlados, simples, encuadres muy perfectos.
Finalmente, ¿cómo te gustaría que tu obra sea percibida por las futuras generaciones de tu comunidad y por audiencias externas? ¿Qué legado esperas dejar a través de tus imágenes?
L.L: Me gustaría que hubiera conversaciones y que las personas que vean las fotos sientan algo, y no solo cosas bonitas. Tal vez, en algunas, incomodidad, desacuerdo; tal vez otras tantas sientan nostalgia, tristeza, o lo contrario. Me gustaría que los jóvenes se preguntaran por qué una mujer en ese tiempo veía esas cosas; que se cuestionaran mi mirada, que la retaran, que cambiaran la suya. Muchas cosas que retrato están sesgadas por lo que yo sé, creo y pienso. Son muy personales, no buscan representar ni hablar por alguien más. Entonces, me gustaría despertar otros ojitos por ahí.
Todos los derechos reservados ©Luvia Lazo